La cámara de vacío

El acto de beber vino representa una de las tradiciones más antiguas en la historia de la humanidad, a partir de su consumo se han acompañado todo tipo de festividades, desdichas y actos cívicos-religiosos.

Aún a pesar de estar tan arraigado en la cultura de la humanidad, hasta el día de hoy no existe un edificio emblemático que lo celebre como un rito por si mismo.

La Cámara de Vacío representa una posibilidad espacial para su emplazamiento, una forma de oasis en el semi-árido de la Rioja en el que los fatigados viajeros pueden encontrarse a beber juntos; un espacio que celebra el acto de estar en el mundo y brindar por eso. 

A partir de la metáfora del vacío como el único sitio en el que reside lo que es verdaderamente esencia, se erige un espacio que se distingue por su sencillez, pureza y ausencia de ornamentación, capaz de contenerlo todo y nada simultáneamente; una edificación que no pretende ser otra cosa que una puesta en valor de una caseta rural o un chamizo.

Su orientación (Norte-Sur) permite enmarcar las vistas de lo que siempre ha estado ahí, el paisaje y firmamento, permitiendo al espectador completar la idea, en la creación de su propia obra maestra del goce estético sensorial; y desde ahí, sentarse un rato a contemplar los trazos de música del viento al cobijo de una buena copa de vino.